domingo, 14 de abril de 2013

Protesta con rostro de mujer



Gesse Castelnau Jorrin

Centro Habana

Eran las tres de la tarde, del 27 de marzo, cuando aquella decena de mujeres, integrantes de la Federación Latinoamericana de Mujeres Rurales (FLAMUR), salieron de su sede municipal en Santos Suárez, La Habana. Iban abrigadas por el frío, aunque un fuego intenso, espiritual, las resguardaba.
La calle enamorado se sintió acariciada con sus firmes pasos. Iniciaban una marcha pública que tenía el propósito de exigir a toda la sociedad, incluido el gobierno, el cese de la violencia contra la mujer.
Era este un gran desafío. Las autoridades gubernamentales no permiten manifestaciones cívicas fuera del control de sus funcionarios.
A pesar de ello, las féminas avanzaban con carteles en sus manos en los que se podía leer: “¡Exigimos nuestros derechos!”. “¡No a la violencia contra la mujer!”
El ambiente fue matizado por la simpatía de muchos transeúntes. La reflejaban en sus rostros mientras las mujeres avanzaban. Repetían en voz alta las frases escritas en los carteles como muestra de solidaridad con las manifestantes.
En el transcurso de 600 metros de marcha sólo cinco hombres, tal vez partidarias del gobierno, ofendieron a las pacifistas, a quienes nada ni nadie pudo detener en su afán por llamar la atención de la ciudadanía.
Janny Mairelys Piloto Mirabal, directora de la FLAMUR, en Santos Suárez, caminaba erguida, junto a la activista Lázara Mitjans, ambas de uno y otro lado una de las pancartas que abogaban porque la sociedad, en especial los hombres, respeten su integridad física.
Avanzaba el grupo por el mismo centro de las calles, sin que a ninguna de sus integrantes las paralizara el miedo a ser agredida por los agentes de la policía, quienes podían aparecer en cualquier momento, como había sucedido otras veces, con otras disidentes.
Las vías capitalinas por donde transitaban exhibían un sublime rostro de mujer y La Habana las saludaba como se saluda a una madre que acaba de parir un hijo. En cada metro caminado, las féminas daban a luz un hijo nombrado Paz, Amor, Reconciliación.
De vuelta a la sede, con las mismas fuerzas conque aquellas valientes mujeres iniciaron esa sonada protesta cívica contra la violencia, finalizaron una patriótica acción que La Habana y toda Cuba recordarán, como se recuerda a una nación ennoblecida por las seductoras manos de una mujer.

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