Gesse Castelnau Jorrin
Centro Habana
Eran las tres de la tarde, del 27
de marzo, cuando aquella decena de mujeres, integrantes de la Federación
Latinoamericana de Mujeres Rurales (FLAMUR), salieron de su sede municipal en
Santos Suárez, La Habana. Iban abrigadas por el frío, aunque un fuego intenso,
espiritual, las resguardaba.
La calle enamorado se sintió
acariciada con sus firmes pasos. Iniciaban una marcha pública que tenía el
propósito de exigir a toda la sociedad, incluido el gobierno, el cese de la
violencia contra la mujer.
Era este un gran desafío. Las
autoridades gubernamentales no permiten manifestaciones cívicas fuera del
control de sus funcionarios.
A pesar de ello, las féminas avanzaban
con carteles en sus manos en los que se podía leer: “¡Exigimos nuestros
derechos!”. “¡No a la violencia contra la mujer!”
El ambiente fue matizado por la
simpatía de muchos transeúntes. La reflejaban en sus rostros mientras las
mujeres avanzaban. Repetían en voz alta las frases escritas en los carteles
como muestra de solidaridad con las manifestantes.
En el transcurso de 600 metros de
marcha sólo cinco hombres, tal vez partidarias del gobierno, ofendieron a las
pacifistas, a quienes nada ni nadie pudo detener en su afán por llamar la
atención de la ciudadanía.
Janny Mairelys Piloto Mirabal,
directora de la FLAMUR, en Santos Suárez, caminaba erguida, junto a la
activista Lázara Mitjans, ambas de uno y otro lado una de las pancartas que
abogaban porque la sociedad, en especial los hombres, respeten su integridad
física.
Avanzaba el grupo por el mismo
centro de las calles, sin que a ninguna de sus integrantes las paralizara el
miedo a ser agredida por los agentes de la policía, quienes podían aparecer en
cualquier momento, como había sucedido otras veces, con otras disidentes.
Las vías capitalinas por donde
transitaban exhibían un sublime rostro de mujer y La Habana las saludaba como
se saluda a una madre que acaba de parir un hijo. En cada metro caminado, las
féminas daban a luz un hijo nombrado Paz, Amor, Reconciliación.
De vuelta a la sede, con las
mismas fuerzas conque aquellas valientes mujeres iniciaron esa sonada protesta
cívica contra la violencia, finalizaron una patriótica acción que La Habana y
toda Cuba recordarán, como se recuerda a una nación ennoblecida por las
seductoras manos de una mujer.
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