Juego cínico

Oscar Sánchez Madan

Cidra, Matanzas

Mi mejor amigo, Gesse, un joven muy carismático e inteligente, me propuso un día jugar. Debíamos redactar un trabajo periodístico, o literario, en el que demostráramos, cada uno por su cuenta, un profundo cinismo.

La idea me gustó mucho. Me aburría en casa y no hallaba la manera de entretenerme.

No obstante, dudé que pudiera ganar, porque mi compatriota es un muchacho muy ocurrente y avispado. Tiene la mentalidad de un adulto, a pesar de que sólo tiene 27 años, de edad.

Mi obra quedó redactada de la siguiente manera:

Un hombre se despertó temprano en la mañana. Se aseó, arregló su cama y se dirigió a la cocina para preparar el café del desayuno.

Sentado a la mesa, sólo -mientras bebía y mordisqueaba un pedazo de pan, con queso-, se le ocurrió pensar en cómo vivir en un país comunista, sin buscarse problemas con el gobierno.

Para sentirse acompañado, el hombre de mi historia, se inventó un personaje ficticio. De repente comenzó a hablar con él.

“Amigo -le dijo-, si no quieres ir a parar a la cárcel, debes mirar todo lo que hacen los policías y los funcionarios del Estado, pero no ver nada.

“En lo referente a la información, debes creer –aunque no lo creas-, todo lo que te informen los comisarios políticos y la prensa del partido único. ¿Para qué escuchar a otras gentes, o leer otras cosas?

“Si trabajas, -el no hacerlo es muy peligroso-, tienes que aceptar, aunque sea de mala gana, el salario miserable que te pagará la empresa estatal socialista.

“Nunca podrás criticar a los de arriba, porque te meterás en candela, es decir, en problemas con la policía política.

“No le abras la puerta a tus vecinos, con mucha frecuencia.

“Si tienes algún familiar en el exilio, trátalo como a un enemigo.

“!Ah!... –continuó diciendo el singular hombre de mi historia, si por casualidad comparece ante la televisión, el jefe supremo del proyecto revolucionario del futuro, adórale, alábale, pídele al evangelio revolucionario que lo bendiga y nunca dejes de gritar tus ¡Viva a Él! y aplaudir, con todas tus fuerzas, sobre todo, si vive al lado de tu casa, el presidente del comité de vigilancia de la cuadra, o un agente de la policía de Seguridad del Estado.