Hortensia Alfonso Vega
Marianao, La Habana
En una parada de ómnibus
(punto de embarque) se escuchaba un debate entre un grupo de
escolares adolescentes. El tema giraba alrededor del desánimo
existente en los estudiantes, a la hora de elegir una profesión,
meta cada vez más alejada de sus aspiraciones.
Los
estudios en Cuba han caído al pozo de la indiferencia. No existen
motivaciones por la sabiduría, don con el que Dios tocó al ser
humano. Esto se debe a que muchos fenómenos conspiran contra el
proceso de aprendizaje: los maestros mal preparados, la ausencia de
tacto pedagógico para incentivar a los alumnos hacia la
profundización de los conocimientos y la excesiva politización de
la enseñanza. Es este, el germen de la apatía evidente en las
escuelas.
Muchachas y muchachos con
edades que oscilan entre los 15 y 18 años, descartan la posibilidad
de dedicarse a la medicina, a la ingeniería, a la arquitectura y a
otras especialidades. Manifiestan que las mismas sólo les permitirán
ahogarse en la miseria. Se basan en las tristes experiencias de sus
antecesores, que tuvieron que cambiar una profesión por un oficio
que les proporcionara mejoría económica.
Resulta que en la
actualidad los estudiantes de pre-universitario no ven con mucho
interés la universidad. Desafortunadamente, la casa de altos
estudios no está entre sus prioridades. Estos jóvenes centran sus
aspiraciones en obtener cursos de peluquería, de modelo, y de otras
labores relacionadas con el turismo. Pretenden lograr un trabajo que
les permita obtener buenas propinas o viajes al exterior. Desde esta
óptica ven las nuevas generaciones su futuro.
Conmueve y apena que
Cuba, cuna de tantos intelectuales famosos y de hombres y mujeres de
ciencias, transite por este oscuro sendero.
Se necesita un renacer en
la educación y esto sólo podrá lograrse, con un profundo cambio de
sistema político, que saque del poder a los veteranos castristas con
su vieja mentalidad totalitaria.
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