Oscar
Sánchez Madan
Cidra,
Matanzas
En Cuba las indisciplinas
sociales se han convertido en un depravado círculo, donde los
problemas sin resolver giran alrededor de un eje, el gobierno. El
mismo llama a la ciudadanía a respetar las elementales normas de
convivencia. Pero sus reclamos caen al vacío. Comunicadores
oficialistas proponen a la policía y a otras instituciones
estatales, emplear medidas represivas contra los infractores de la
ley y la moral, aunque no impiden que el número de éstos, se
incremente.
No puede esperarse otra
consecuencia en un país donde quienes dirigen, han enfrentado las
dificultades casi siempre, con el dedo en el gatillo, o el garrote en
la mano; donde el ciudadano común no siente respeto por las leyes,
porque en muchos casos, son arbitrarias y en el que quienes les deben
servir como patrones de conducta a seguir, es decir, los gobernantes,
son los primeros en apropiarse de los recursos del pueblo y
quebrantar las normas de convivencia.
Equipos de música a todo
volumen, lanzamiento de basuras y escombros en sitios inadecuados,
riñas callejeras, homicidios, ausencia de cortesía, desórdenes
públicos, robo en viviendas y en instituciones estatales,
prostitución, venta y consumo de drogas son algunos de los fenómenos
que evidencian, no sólo falta de disciplina ciudadana, también una
notable pérdida de valores espirituales que afecta a la sociedad en
general.
Con lamentos y llamados
no se encontrarán soluciones a estos graves problemas. Tampoco el
incremento de los niveles de represión, ya bastante altos,
contribuirá a remediar estas serias dificultades.
Un gobierno que se
respete a sí mismo exigiría, en primer lugar, que sus propios
funcionarios comiencen a respetar las leyes y las normas morales; les
demandaría que renuncien a la ostentación, a la vida placentera
alejada de la población humilde; los invitaría a ser ejemplo en el
cumplimiento de las leyes y a que renuncien a beneficiar a
familiares, amigos y a personas que pagan muy bien sus favores, con
altas sumas de dinero.
No es muy difícil
escuchar a numerosos ciudadanas y ciudadanos manifestar que les
pagaron 400 ó 600 pesos de más, a un abogado para que lo “salvara”
en un juicio. Es harto frecuente oír a personas decir que abonaron,
por vía informal, 20 pesos convertibles (500 pesos, moneda nacional)
a una funcionaria de Inmigración, para que le agilizara un trámite.
La corrupción en las instituciones del Estado resulta indetenible y
la gente pierde el respeto por la ley y por los gobernantes.
Hoy, aquellos dirigentes
y funcionarios -incluidos policías- respetuosos, incorruptibles,
amables, honestos, populares, no existen. Quedaron en las viejas
páginas de un libro que ya nadie desea leer, porque lo que en él
está escrito resultó ser pura fantasía. La “gloriosa Revolución
de los humildes”, no fue más que un mito.
Valores espirituales como
la bondad, la humildad, el patriotismo, la hermandad, no se pueden
fomentar en niños, adolescentes y jóvenes, a quienes se les enseña
que las personas que tienen una opinión diferente a la de los
gobernantes, son mercenarios, gusanos, traidores a quienes hay que
insultar, golpear y aislar. Un sistema educacional que promueve
semejantes ideas está condenado al fracaso.
Lo que sembró el
castrismo durante 54 años, es lo que hoy ha recogido: una juventud
que desprecia la historia patria, mercantilista, cuyo Norte, no es el
Sur, sino Estados Unidos, o cualquier otro país donde reine la
democracia; unos trabajadores que no quieren dejarse engañar más,
por su patrón único, el Estado, que le paga miserables salarios
después que los explota; unos barrios –muchos de ellos marginales-
donde los gritos histéricos de muchas personas, golpean los tímpanos
y en la que la suciedad estremece.
Si se habla de
indisciplina social hay que referirse a la incumplida promesa de los
gobernantes de garantizarle a cada familia cubana una vivienda
decorosa. Ofrecer un bien tan necesario y valioso al pueblo, para
después engañarlo, no es sólo un acto de indisciplina y demagogia,
sino que constituye, además, una gigantesca falta de respeto.
Quienes actúan de esa
manera tienen muchos intereses, menos el de ayudar a la población.
Como rufianes indecorosos que son, jamás liderarán, con éxito, un
proyecto social tendiente a mejorar la vida de una nación. Por su
permanente incompetencia, estarán rodeados, siempre, de millones de
problemas que no podrán resolver y en vano, se lamentarán una y
otra vez.
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