Hortensia
Alfonso Vega
Marianao, La
Habana
Los regímenes
autoritarios tienen en su génesis la obsesión de aplastar la
libertad de expresión. Pretenden con su macabra filosofía gobernar,
mediante la manipulación del pensamiento ajeno. Así sucede hoy, en
la Venezuela bolivariana. Un grupo de aventureros se apoderó del
gobierno y ha comenzado a jugar peligrosamente con la teoría
marxista-leninista.
Para nadie es un secreto
que el chavismo venezolano es un clon reformado del castrismo
estalinista. Los nuevos comunistas lo han endulzado para engañar a
los pueblos de Latinoamérica.
Son evidentes los
intentos de los denominados socialistas del siglo XXI, de convertir
en un Dios, al difunto Hugo Chávez. En medio de esos aires
“celestiales” los seguidores de Lenin han sentado ahora, en el
trono caraqueño, mediante un fraude electoral, al señor Nicolás
Maduro.
Pero el susodicho no
encarna muy bien su papel de defensor de los desposeídos. La mitad
de los venezolanos se les oponen, por sus falsas promesas y los
elevados niveles de corrupción y violencia existentes en el país.
Inventarse enemigos ha
sido siempre parte de la estrategia de los comunistas. Los
socialistas del siglo XXI, no son la excepción de la regla. Por
estos días los chavistas han colocado a la hermana república de
Colombia en su lista negra. Resulta que el nuevo mandatario
bolivariano, al ver que el presidente colombiano, Juan Manuel Santos,
recibió al ex candidato presidencial venezolano Henrique Capriles,
se molestó sobremanera. Por tal razón acusó al inquilino del
Palacio de Nariño de intentar desestabilizar su país.
Como era lógico, su
homólogo, un demócrata consagrado, expresó que había un
malentendido. Se habían distorsionado las verdaderas intenciones de
la cúpula de Bogotá.
El
Madurismo, como ideología, no existe; es una caricatura ridícula
del chavismo. Su promotor inicial, el señor Nicolás Maduro, -de ahí
su nombre- sigue los dictados de La Habana y los aplica en un país,
con condiciones muy diferentes y en una época bastante distanciada
de aquella en que la izquierda internacional tenía cierto poder, por
la existencia del bloque comunista de Europa Oriental. Por tanto, no
tendrá futuro. El pueblo venezolano se encargará de enterrarlo.
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