miércoles, 19 de junio de 2013

Noche ruidosa


Oscar Sánchez Madan
Cidra, Matanzas
La sirena de aquella ambulancia llamó poderosamente la atención de las veintenas de personas que transitaban por las aceras de la populosa calle 23, del Vedado, La Habana, frente a Coopelia. Una señora, a quien acompañaban su esposo y su pequeño hijo, de alrededor de cuatro años de edad, expresó que era el tercer vehículo que pasaba por el lugar, cargado de heridos. Había tenido lugar una riña tumultuaria en algún sitio de la capital.
Con asombro, por esos días, los cubanos percibíamos que la violencia en el país iba en ascenso. Eran poco más de las nueve de la noche y ya se hablaba de “la carnicería que hubo en el Malecón”. La capital no se mostraba como un lugar seguro para salir de noche. Los robos con violencia estaban a la orden del día.
Preocupaba saber que muchachos muy jóvenes, casi niños, circulaban por las calles, durante el horario nocturno, con armas blancas y hasta de fuego, en la cintura. Lo grave del problema era que, al respecto, la prensa oficial y los funcionarios, no decían ni una palabra. La gente resultaba herida, los hospitales y calabozos de la policía se abarrotaban, por dicha causa y para el gobierno, era como si no pasara nada.
Mientras el sonido de la sirena disminuía, en medio del bullicio provocado por los desorganizadores de la cola (fila) en la que me hallaba, logré comprar un pan, con perro caliente y un refresco. Los devoré con rapidez, tenía hambre y un poco de sueño.
Pero como me había picado el bichito de la curiosidad, bajé por 23, en dirección al litoral, quería enterarme de lo que había sucedido. Debía tener mucho cuidado porque ante hechos de violencia la policía se volvía muy agresiva y al operar cometía muchas arbitrariedades. Sus agentes actuaban peor que los delincuentes.
Sin dejar de pensar en el peligro que corría, caminaba a toda prisa. Por mi derecha, dejaba atrás, con rapidez, el edificio del Ministerio de Salud Pública. Apreté mucho más el paso, quería llegar rápido.
Una vez que divisé, a mi izquierda, la hermosa cascada, ubicada al pie del majestuoso Hotel Nacional, volteé la cabeza a la derecha y vi dos camionetas de la policía, aparcadas en la Avenida del Malecón. Junto a ellas, se hallaban poco más de dos decenas de militares y tres autos patrulleros. Al parecer todo había acabado. Los gendarmes se subían a los vehículos. Inmediatamente se marcharon. Sólo quedaron en el lugar dos oficiales y un perro pastor alemán, agresivo, como muchos habaneros.
Sin dejar de observar de reojo a los policías, crucé la avenida y me senté en el muro del Malecón, junto a dos muchachas que conversaban. Las interrogué sobre lo sucedido y me dijeron que la riña se debió a que uno de los participantes, le reclamó a otro, -joven igual que él-, el pago de una deuda de 200 dólares. Al ser negativa la respuesta del segundo, los aliados de ambos se enfrentaron. Botellas de ron, cuchillos, latas llenas de cerveza, fueron las armas que emplearon. Gracias a Dios, esta vez no hubo pistolas.
Me impresioné mucho cuando una de las adolescentes, se agachó sobre la acera y me mostró unas manchas de sangre. Ante mi sorpresa, me dijo que ella estaba acostumbrada a esas contiendas, que no faltaban en los “Bonches”, o fiestas de barrio. “Allí si que matan y la policía, muchas veces, actúa sólo cuando todo concluyó, los ´metas´ les tienen miedo al plomo”, expresó, con una sonrisa entre labios.
Maritza, como me dijo que se llamaba la muchacha, cuando vio que me encontraba muy cerca de ella, en cuclillas para divisar mejor la sangre, se puso muy seria. Pero no era por mi inocente acción, sino porque un fornido joven, con los brazos cruzados sobre el pecho, la miraba con un rostro poco amistoso. “Es tu novio”, le pregunté, preocupado. No, es mi chulo (proxeneta) y es bastante agresivo, así que no te intervengas, si me golpea, será mejor para los tres”, me respondió.
El chico, elegantemente vestido, tomó a la joven por el cuello y con brusquedad, la arrastró hasta el muro del malecón. Con rabia le dijo: “¿Qué coño tú haces aquí?”. Ésta, después de aspirar todo el aire de La Habana, le lanzó una andanada de insultos que la musculatura del muchacho se hizo pequeña. “A mi tú me hablas bien, porque yo te mantengo, carajo”, gritó Maritza, airada.
Cuando los dos policías llegaron con el perro la joven ya se había transformado en una fiera. Fue por eso que un minuto después de que uno de ellos le pidiera la cédula de identidad a la “jinetera” (prostituta), la camisa de su uniforme ya era blanco de los golpes de la ferviente agresora.
Montada en el auto patrullero, como sabía que lo que me gritaba yo no podía escucharlo, Maritza golpeaba la puerta del vehículo, para enviarme algún mensaje. Nunca supe lo que me quiso decir. Sólo se que hizo mucho ruido cuando los policías la conducían, arrestada. Entonces recordé a los heridos, miré la ciudad, sentí lástima por la muchacha…

Reprimen a opositores


Magela Lisama Rojas Delgado
Centro Habana, La Habana
El pasado 9 de junio, en la provincia de Camagüey, dos agentes de Seguridad del Estado amenazaron con la cárcel  a cuatro activistas del Movimiento Femenino Por los Derechos Civiles Rosa Park, para impedir que éstas  participaran en una marcha pública, organizada para exigir la libertad de los presos políticos, informaron disidentes locales.
Yadisleidys Rodríguez Ramírez, coordinadora provincial de la mencionada organización  en esta localidad, aseguró que en horas de la tarde, cuatro policías, auxiliados por turbas paramilitares, irrumpieron en su domicilio, ubicado en la calle Beta esquina a Desengaño. “Posteriormente comenzaron a golpear la puerta y a gritarnos ofensas como gusanas, contrarrevolucionarias y vende patria”, afirmó la opositora.
 Raudel Soria Rodríguez, activista de derechos humanos,  quien se encontraba en dicho lugar, indicó que las féminas fueron reprimidas durante seis horas. “Había que estar ahí para sentir los insultos y  las pedradas de los policías”, señaló el activista.

Denuncian agresión en domicilio opositor



Gesse Castelnau Jorrin
Centro Habana, La Habana
El pasado 14 de junio, en la provincia de Cienfuegos, cuatro agentes de Seguridad del Estado, irrumpieron y causaron destrozos en el domicilio de Miguel Morfa Romero activista de la Comisión de Atención a Presos Políticos y Familiares (CAPPF), para que este no participara ni apoyara a las Damas de Blanco, informó la esposa María de Los Ángeles Veloz.
Dijo Veloz, que los oficiales se personaron en su vivienda en horas de la mañana, y acto, seguido empezaron a golpear con palos y a lanzar piedras, posteriormente, se pararon frente al balcón de su casa y los comenzaron a ofender.
 Miguel refirió que unos de los agentes, trató de arroyarlo dos veces, en el año 2012,con un auto patrullero, y que en dicha ocasión, su hijo Jian Carlos Morfa Veloz,  de 13 años de edad, recibió una herida en su pierna izquierda, el opositor, denunció al gobierno de lo que le pueda pasar a él y familia.

Policías golpean a ciudadana


Gesse Castelnau Jorrin

Centro Habana, La Habana

El pasado 17 de junio, en esta localidad, agentes de la policía golpearon a una ciudadana, en la vía pública, porque esta calificó de deficiente el trabajo de los mismos, confirmaron fuentes locales.
Vecinos del lugar indicaron, que en horas de la noche, tres oficiales uniformados, se abalanzaron sobre la mujer, quien se quejaba del mal trabajo de estos militares, que mantenían detenido un ómnibus de la ruta P-6, durante media hora.
Pasajeros del autobús informaron que la señora manifestó en voz alta “preocúpense por las muertes diarias en Cuba”, “pongan más transporte”, “en vez de detener esta guagua revisen los carros de sus jefes, que se usan para el tráfico de muchas cosas”. Comunicaron además, que varios de los afectados gritaron “descarados”, “abusadores”, “asesinos”, “no les da pena golpear a una mujer”.
Esta protesta ocurrió porque los agentes detuvieron el ómnibus, que había parado unos metros antes de lo habitual. El chofer del mismo explicó que hizo eso para escapar del charco de agua situado frente a la parada.
“Lo que deberían hacer es arreglar la calle y evitar así estos inconvenientes, que pueden causar focos de mosquitos”, comunicó Carlos, uno de los pasajeros.

jueves, 13 de junio de 2013

El viejo Ricardo



Oscar Sánchez Madan
Cidra, Matanzas
El gobierno de Cuba oculta el número de personas desamparadas que deambulan a diario por las calles de la isla, mugrientas y cubiertas de harapos. Las cámaras de la televisión estatal y las redacciones de la prensa plana y radial no emplean su tiempo en abordar este lamentable asunto. Muchas de ellas duermen, tanto de día como de noche, en portales de viviendas, bancos públicos, o donde los sorprenda el crepúsculo.
Nadie como Ricardo lo sabe, un señor de 71 años de edad, quien no tiene trabajo, ni familia, ni casa, por lo que camina por las calles de La Habana, en busca del sustento diario. Su objetivo principal son los tanques de basura, por eso le llaman “buzo”, como a los de su mismo linaje. Tal vez sea porque tiene una gran habilidad para rastrear entre los desperdicios y encontrar objetos de algún valor, que le sirve para beneficiarse de alguna manera.
Aquella tarde de mayo, cuando me lo encontré, en la avenida Belascoaín, estaba muy molesto. Me dijo que la policía lo había detenido, junto a otros mendigos -entre ellos, algunas mujeres- y conducido hacia un lugar, en las afueras de la capital, donde se hallaban arrestados, otros indigentes.
“Los muy desgraciados me quitaron un pantalón y un pulóver viejos, que aunque estaban un poco manchados, me servían para ponérmelos después de bañarme en el río, al terminar el trabajo”, explicó. Me los había encontrado en un tanque de basura situado en la calle San Miguel y los guardé porque los necesitaba”, argumentó con lágrimas en sus ojos.
Era Ricardo, delgado, alto y negro, como el azabache. Mientras hablaba, me miraba fijo a los ojos, señal de que decía la verdad.
“Mi vida no es fácil, periodista. Salgo a la calle lo mismo a las dos de la mañana, que a las tres de la tarde. Lo importante es “no chocar” con la policía y velar las casas donde se alojan turistas extranjeros, altos dirigentes o gente con mucho dinero. De ahí se botan muchos objetos que aún sirven hasta para vender”, me indicaba, siempre con las manos temblorosas, que movía hacia todos lados.
“A veces corro un gran peligro, durante las madrugadas, horario en que los jóvenes regresan de las fiestas y discotecas borrachos y hasta drogados. Cuando me ven que busco algo en un tanque de basura, como para distraerse y joder un poco, me insultan y lanzan piedras. Entonces, saco el cuchillo que llevo en la cintura. A veces corren, pero en la mayoría de las ocasiones se enfurecen y tengo que huir, porque si no, me matan a golpes”, sentenció el viejo Ricardo.
Según me dijo el pobre ancianito, en La Habana y en otras partes de la isla, hay muchas personas como él, que viven de los basureros y de la caridad pública. El gobierno se hace el que no los ve, aunque muchas veces, cuando viene alguna importante visita del extranjero los recoge a todos, durante varias horas y después los lanza de nuevo a las calles, para que se ganen la vida como puedan, o mueran solos. Así me lo confesó Ricardo, momentos antes de estrechar mi mano, invitarme a que escribiera su historia y marcharse.

Círculo vicioso



Oscar Sánchez Madan
Cidra, Matanzas
En Cuba las indisciplinas sociales se han convertido en un depravado círculo, donde los problemas sin resolver giran alrededor de un eje, el gobierno. El mismo llama a la ciudadanía a respetar las elementales normas de convivencia. Pero sus reclamos caen al vacío. Comunicadores oficialistas proponen a la policía y a otras instituciones estatales, emplear medidas represivas contra los infractores de la ley y la moral, aunque no impiden que el número de éstos, se incremente.
No puede esperarse otra consecuencia en un país donde quienes dirigen, han enfrentado las dificultades casi siempre, con el dedo en el gatillo, o el garrote en la mano; donde el ciudadano común no siente respeto por las leyes, porque en muchos casos, son arbitrarias y en el que quienes les deben servir como patrones de conducta a seguir, es decir, los gobernantes, son los primeros en apropiarse de los recursos del pueblo y quebrantar las normas de convivencia.
Equipos de música a todo volumen, lanzamiento de basuras y escombros en sitios inadecuados, riñas callejeras, homicidios, ausencia de cortesía, desórdenes públicos, robo en viviendas y en instituciones estatales, prostitución, venta y consumo de drogas son algunos de los fenómenos que evidencian, no sólo falta de disciplina ciudadana, también una notable pérdida de valores espirituales que afecta a la sociedad en general.
Con lamentos y llamados no se encontrarán soluciones a estos graves problemas. Tampoco el incremento de los niveles de represión, ya bastante altos, contribuirá a remediar estas serias dificultades.
Un gobierno que se respete a sí mismo exigiría, en primer lugar, que sus propios funcionarios comiencen a respetar las leyes y las normas morales; les demandaría que renuncien a la ostentación, a la vida placentera alejada de la población humilde; los invitaría a ser ejemplo en el cumplimiento de las leyes y a que renuncien a beneficiar a familiares, amigos y a personas que pagan muy bien sus favores, con altas sumas de dinero.
No es muy difícil escuchar a numerosos ciudadanas y ciudadanos manifestar que les pagaron 400 ó 600 pesos de más, a un abogado para que lo “salvara” en un juicio. Es harto frecuente oír a personas decir que abonaron, por vía informal, 20 pesos convertibles (500 pesos, moneda nacional) a una funcionaria de Inmigración, para que le agilizara un trámite. La corrupción en las instituciones del Estado resulta indetenible y la gente pierde el respeto por la ley y por los gobernantes.
Hoy, aquellos dirigentes y funcionarios -incluidos policías- respetuosos, incorruptibles, amables, honestos, populares, no existen. Quedaron en las viejas páginas de un libro que ya nadie desea leer, porque lo que en él está escrito resultó ser pura fantasía. La “gloriosa Revolución de los humildes”, no fue más que un mito.
Valores espirituales como la bondad, la humildad, el patriotismo, la hermandad, no se pueden fomentar en niños, adolescentes y jóvenes, a quienes se les enseña que las personas que tienen una opinión diferente a la de los gobernantes, son mercenarios, gusanos, traidores a quienes hay que insultar, golpear y aislar. Un sistema educacional que promueve semejantes ideas está condenado al fracaso.
Lo que sembró el castrismo durante 54 años, es lo que hoy ha recogido: una juventud que desprecia la historia patria, mercantilista, cuyo Norte, no es el Sur, sino Estados Unidos, o cualquier otro país donde reine la democracia; unos trabajadores que no quieren dejarse engañar más, por su patrón único, el Estado, que le paga miserables salarios después que los explota; unos barrios –muchos de ellos marginales- donde los gritos histéricos de muchas personas, golpean los tímpanos y en la que la suciedad estremece.
Si se habla de indisciplina social hay que referirse a la incumplida promesa de los gobernantes de garantizarle a cada familia cubana una vivienda decorosa. Ofrecer un bien tan necesario y valioso al pueblo, para después engañarlo, no es sólo un acto de indisciplina y demagogia, sino que constituye, además, una gigantesca falta de respeto.
Quienes actúan de esa manera tienen muchos intereses, menos el de ayudar a la población. Como rufianes indecorosos que son, jamás liderarán, con éxito, un proyecto social tendiente a mejorar la vida de una nación. Por su permanente incompetencia, estarán rodeados, siempre, de millones de problemas que no podrán resolver y en vano, se lamentarán una y otra vez.

Profesiones en peligro de extinción


Hortensia Alfonso Vega
Marianao, La Habana
En una parada de ómnibus (punto de embarque) se escuchaba un debate entre un grupo de escolares adolescentes. El tema giraba alrededor del desánimo existente en los estudiantes, a la hora de elegir una profesión, meta cada vez más alejada de sus aspiraciones.
Los estudios en Cuba han caído al pozo de la indiferencia. No existen motivaciones por la sabiduría, don con el que Dios tocó al ser humano. Esto se debe a que muchos fenómenos conspiran contra el proceso de aprendizaje: los maestros mal preparados, la ausencia de tacto pedagógico para incentivar a los alumnos hacia la profundización de los conocimientos y la excesiva politización de la enseñanza. Es este, el germen de la apatía evidente en las escuelas.
Muchachas y muchachos con edades que oscilan entre los 15 y 18 años, descartan la posibilidad de dedicarse a la medicina, a la ingeniería, a la arquitectura y a otras especialidades. Manifiestan que las mismas sólo les permitirán ahogarse en la miseria. Se basan en las tristes experiencias de sus antecesores, que tuvieron que cambiar una profesión por un oficio que les proporcionara mejoría económica.
Resulta que en la actualidad los estudiantes de pre-universitario no ven con mucho interés la universidad. Desafortunadamente, la casa de altos estudios no está entre sus prioridades. Estos jóvenes centran sus aspiraciones en obtener cursos de peluquería, de modelo, y de otras labores relacionadas con el turismo. Pretenden lograr un trabajo que les permita obtener buenas propinas o viajes al exterior. Desde esta óptica ven las nuevas generaciones su futuro.
Conmueve y apena que Cuba, cuna de tantos intelectuales famosos y de hombres y mujeres de ciencias, transite por este oscuro sendero.
Se necesita un renacer en la educación y esto sólo podrá lograrse, con un profundo cambio de sistema político, que saque del poder a los veteranos castristas con su vieja mentalidad totalitaria.

Madurismo en su apogeo


Hortensia Alfonso Vega
Marianao, La Habana
Los regímenes autoritarios tienen en su génesis la obsesión de aplastar la libertad de expresión. Pretenden con su macabra filosofía gobernar, mediante la manipulación del pensamiento ajeno. Así sucede hoy, en la Venezuela bolivariana. Un grupo de aventureros se apoderó del gobierno y ha comenzado a jugar peligrosamente con la teoría marxista-leninista.
Para nadie es un secreto que el chavismo venezolano es un clon reformado del castrismo estalinista. Los nuevos comunistas lo han endulzado para engañar a los pueblos de Latinoamérica.
Son evidentes los intentos de los denominados socialistas del siglo XXI, de convertir en un Dios, al difunto Hugo Chávez. En medio de esos aires “celestiales” los seguidores de Lenin han sentado ahora, en el trono caraqueño, mediante un fraude electoral, al señor Nicolás Maduro.
Pero el susodicho no encarna muy bien su papel de defensor de los desposeídos. La mitad de los venezolanos se les oponen, por sus falsas promesas y los elevados niveles de corrupción y violencia existentes en el país.
Inventarse enemigos ha sido siempre parte de la estrategia de los comunistas. Los socialistas del siglo XXI, no son la excepción de la regla. Por estos días los chavistas han colocado a la hermana república de Colombia en su lista negra. Resulta que el nuevo mandatario bolivariano, al ver que el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, recibió al ex candidato presidencial venezolano Henrique Capriles, se molestó sobremanera. Por tal razón acusó al inquilino del Palacio de Nariño de intentar desestabilizar su país.
Como era lógico, su homólogo, un demócrata consagrado, expresó que había un malentendido. Se habían distorsionado las verdaderas intenciones de la cúpula de Bogotá.
El Madurismo, como ideología, no existe; es una caricatura ridícula del chavismo. Su promotor inicial, el señor Nicolás Maduro, -de ahí su nombre- sigue los dictados de La Habana y los aplica en un país, con condiciones muy diferentes y en una época bastante distanciada de aquella en que la izquierda internacional tenía cierto poder, por la existencia del bloque comunista de Europa Oriental. Por tanto, no tendrá futuro. El pueblo venezolano se encargará de enterrarlo.

Acusan a policías por amenazas



Gesse Castelnau Jorrin
Centro Habana, La Habana
El pasado diez de junio, en Pedro Betancourt, provincia de Matanzas, agentes de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) amenazaron con la cárcel a Fátima Nemblad Carrillo, integrante del Movimiento Independiente Opción Alternativa (MIOA), para que esta dejara su activismo, en defensa de los derechos humanos, informó su esposo, Yusmeike Reinier Fajardo Jorrin, miembro de la Comisión de Atención a Presos Políticos y Familiares (CAPPF).
Indicó Nemblad Carrillo que cuatros oficiales se personaron en su domicilio, pasada las dos de la tarde, para amenazarla -al igual que a su cónyuge- con la cárcel, golpizas y quitarles sus hijos si éstos, no dejaban su lucha por un cambio político en Cuba.
Yusmeike Reinier destacó que uno de estos militares, en múltiples ocasiones lo ha agredido, causándole hematomas en todo el cuerpo y también, lo ha mantenido arrestado por más de cinco horas, sin beber agua ni ingerir alimentos.

Maldita impunidad



Gesse Castelnau Jorrin
Centro Habana, La Habana
Mi reloj marcaba las ocho de la noche, horario que frecuentemente utilizaba para conversar con mis amigos del barrio, en el parque Trillo, localizado en el capitalino municipio de Centro Habana. Me acompañaba mi esposa Magela, una encantadora joven que no me perdía ni pie ni pisada. Conocía ella muy bien el peligro que yo corría por mi activismo a favor de los derechos humanos.
Seis muchachos que se interesaban mucho por la labor de la disidencia interna eran mis interlocutores. Me hacían preguntas a veces difíciles de responder.
Cuando la conversación se tornaba más interesante, aparecieron tres corpulentos agentes de la policía política. Venían acompañados de uno de sus confidentes, de esos seres inmorales que el gobierno usa para agredir a quienes no comulgan con la ideología oficial.
Uno de los oficiales mostró un carnet que lo identificaba como miembro de la institución más represiva del país, Departamento de Seguridad del Estado. Su prepotencia era más que notable.
Me observó con odio, al tiempo que me dijo: muéstreme su carnet de identidad, gusano.
Como respuesta le pregunté si había algún problema. Le dije que sólo conversábamos en el parque como otras noches. Le expresé, además, que no era necesario que me ofendiera.
Usted, gusano, incita a los jóvenes a realizar actos contrarrevolucionarios y eso está penado por la ley”, -ripostó el militar, que como los otros vestía ropas de civil.
Le respondí que sólo ejercíamos nuestro derecho a hablar y a opinar, pero él se molestó.
Mis acompañantes, excepto mi esposa, casi temblaban de miedo. Habían quedado mudos como por arte de magia.
Se aterrorizaron al ver que los militares comenzaron a golpearme, con especial salvajismo. No se atrevieron a intervenir para detener la arbitraria golpiza. Era más que evidente que el miedo los había paralizado.
Magela, al menos, gritaba frases contra el gobierno. Era evidente su indignación. Mis hijos Christian, de nueve años de edad, y Ashanti, de cinco, lloraban desesperados, e intentaban, infructuosamente, protegerme.
Recibía golpes en el rostro, en las costillas, en la espalda. Una torrencial lluvia de patadas cubrían todo mi cuerpo, cuando ya había sido derribado al pavimento. Pensé que era el fin de mis días en la tierra. Creí que el alto mando del Ministerio del Interior había decidido eliminarme físicamente, como lo hicieron con el hermano de ideas, Juan Wilfredo Soto García, en un parque de Santa Clara…
Dos días después, me encontraba en Cienfuegos, junto a mi tío, Miguel Morfa Romero, hermano de mi madre. Su vivienda era acogedora, al igual que el trato que me dispensaban su esposa y mi primo Jean Carlos, de 13 años de edad.
En horas de la noche, de forma inesperada, el jefe del sector de la policía presidió una reunión de los integrantes del comité de vigilancia del área, en los bajos del edificio en que estábamos. La presidenta de esa agrupación pro-oficialista citó a mi tío y a su esposa, quienes se negaron a acudir.
La intolerancia de los partidarios del gobierno, las incitaciones de la policía y la negativa de mis tíos a mezclarse con los miembros de la organización castrista, generaron una indecente respuesta de los asambleístas.
Gritos de ¡mercenarios!, ¡gusanos!, ¡contrarrevolucionarios! y otras frases bastante obscenas, rompieron la tranquilidad del barrio.
Sin embargo, mi tío Miguel, nos recomendó no salir de su casa, para mantenernos protegidos de personas que son capaces de golpear, e incluso, de matar.
Al día siguiente, durante la mañana, dos agentes de la policía nacional se personaron en la vivienda de mi tío. Le exigían que me expulsara de allí. Era un capricho más de unos militares, que como el resto, gozan de la más absoluta impunidad. No hay ley en Cuba que impida a las personas visitar a sus familiares. Más los agentes actuaban así porque estaban respaldados por el gobierno.
Tras los dos militares golpear la puerta de la casa y romper la cerradura, se marcharon. Con ellos se fueron el odio y el crimen. Ojalá hubiese sido para siempre.

miércoles, 5 de junio de 2013

Denuncian arresto



Gesse Castelnau Jorrin
Centro Habana, La Habana
El pasado 31 de mayo, en esta capital, agentes de la policía política, detuvieron a Mailyn  Ávila Méndez activista de la Federación Latinoamericana de Mujeres Rurales (FLAMUR), para amenazarla con la cárcel, si ésta, no dejaba su activismo político en favor de los derechos humanos, informó Lazara Mitjans Cruz integrante de la misma organización.
Comunicó Ávila Méndez, que, sobre las diez de la mañana, los oficiales “Carlos” y “Rubén”, la aprehendieron a la salida de su domicilio, y posteriormente, la trasladaron a la cuarta unidad policial del Cerro. “Estuve retenida por cinco horas en un calabozo, sin beber agua, ni ingerir alimentos”. Informó la opositora.
Aseveró Mitjans Cruz, que los militares trataron de forma no correcta a Mailyn, que la empujaron hacia el carro y la ofendieron delante de sus vecinos. Residentes de la misma localidad, gritaron consignas, como “abusadores”“asesinos”“batistianos”, etc.,  en apoyo a la disidente.
Móvil 05 276 53 97